Compartimos con ustedes el siguiente texto que fue publicado en septiembre de 2013 por el sitio http://www.revolucion.idpyme.com/ hablando de lo que pasaba en España en aquella época. ¿No refleja bastante lo que hoy se percibe en Chile 6 años después?
“Sé el cambio que quieras ver en el mundo” Gandhi
Hay revoluciones que se hacen con guillotinas y bayonetas, otras nacen del corazón de las personas y se desarrollan con sensatez, valentía y cerebro. Las primeras suelen terminar con mucho dolor, las segundas transforman a los pueblos y los elevan un nivel superior. De las segundas pueden ser exponentes Gandhi o Martin Luther King, de las primeras todos los levantamientos que produjeron ríos de sangre.
Curiosamente, las primeras, las violentas, se producen cuando por parte de quien detenta el poder se trata de ahogar y evitar a toda costa las segundas, las sensatas. Cuando en situaciones difíciles, con la gente abrumada por el peso y los abusos del poder, se le cierra el camino a la razón, acaba aflorando lo peor de nuestros mundos internos. Cuando se acorrala a la razón, se desatan los monstruos.
Estamos viviendo en una época complicada:
- Vemos como se desmoronan los pilares sobre los que se construye una sociedad sana,
- Instituciones corruptas hasta la náusea,
- Jueces que juegan a políticos,
- Grupos sociales extendiendo la violencia,
- Inseguridad ciudadana en niveles nunca vistos,
- Y una tensión en el ambiente que cada mes crece.
Todo el mundo espera que alguien haga algo, pero parece que la solución se retrasa.
Tenemos que construir la esperanza nosotros mismos, no esperar a que los políticos, que no tienen ninguna voluntad, ni capacidad para arreglar nada, hagan lo que sabemos que no van a hacer.
El poder suele provocar una extraña borrachera que genera una ceguera y sordera frente a la urgencia de las reformas, y a los límites de sus privilegios. Les parece normal lo que hacen y se extrañan de que los ciudadanos se indignen. De hecho, hacen todo lo posible por sofocar cualquier muestra de malestar y protesta, y esto va empujando a las personas desde la queja razonable al enfrentamiento abierto.
¡Y ahí reside todo su peligro! Porque si bien el inmovilismo hace que los políticos se conviertan cada vez más en actores arbitrarios y corruptos, la violencia sumerge a las sociedades en el caos o en el gobierno de los demagogos.
Estar bajo el gobierno de los corruptos es letal, pero bajo el de los perroflautas… ¡terrorífico!
Sería como si estuviéramos en un barco en peligro inminente de naufragio acosado por una tormenta y se ofrecieran dos alternativas:
a) Seguir bajo las órdenes de una tripulación corrupta y poco inteligente, que tratará de salvarse ella en primer lugar, y luego ya veremos, al más puro estilo del capitán del Concordia.
b) Caer bajo la tiranía de los polizones, que optan por quemar todo lo que se ponga por delante, incapaces no sólo de gobernar un barco, sino de ponerse de acuerdo entre ellos salvo para destruir.
Quizá cupiera una tercera opción:
c) Un compromiso de todos aceptando la gravedad de la situación, encargando el gobierno del barco a los más capacitados para la navegación y a los más honrados, para generar confianza y poder llegar a puerto con la nave, gracias al compromiso de todos. Asumiendo los esfuerzos y los sacrificios necesarios.
No se puede hacer una revolución desde la demagogia y las actitudes incendiarias. A palos no se resuelve nada; quedándonos parados, tampoco.
No avanzaremos si pretendemos hacer una revolución desde el egoísmo en vez de la generosidad. Desde el “¿qué hay de lo mío?”.
La nueva sociedad que tenemos que crear debe ser el deseo de un regalo a los demás, y no un plan para lucrarse uno mismo a corto plazo. Ganghi, Marthin Luther King y sus seguidores no luchaban para “trincar”, sino para dar, para ofrecer un presente y un futuro mejor para todos.
Y todo esto, sin perder el sentido del humor, 🙂 😆 😀 ni ponernos demasiado “estupendos”, porque cuando uno denuncia situaciones injustas acaba impregnándose de resentimiento o de una sensación de estar por encima del problema, y ambas son destructivas a medio plazo.
Hay mucha gente que se cabrea con los políticos porque lo hacen mal. Pero no se preguntan qué hacen ellos por mejorar realmente el sistema.
Les hemos confiado la sociedad a unos ineptos o unos canallas y luego nos quejamos del estado que nos dejan el país. ¿Qué se podía esperar?
Por eso la revolución pacífica empieza por cambiar en lo poco y ser ejemplo. Y el primer paso es la formación y la información, para que la gente pueda tener sus propias ideas y criterio.
La acción después de la reflexión.
Por eso el mundo de las PYMES es la gran esperanza, porque ahí reside la economía real que alimenta a un pueblo, y se perciben rápidamente las consecuencias tanto de los aciertos, como de las equivocaciones de las decisiones políticas. Ni el estado, en manos de los políticos, ni las grandes empresas, atentas a otros fines, están interesados en el progreso de los pueblos, sino en su utilización.
El problema o la fortuna para las pymes, es que nos toca ser el motor del cambio. Sin el concurso de la economía real “de todos los días” la situación de nuestro país no va a mejorar, pero ahí se asienta la piedra de toque. Si somos o no capaces de evolucionar a un modelo de PYME del siglo XXI o queremos seguir gestionando las empresas como se hacía hace 10 años, en cuyo caso el fracaso está garantizado, lo dirá el tiempo. Y para eso debemos dejar atrás el mundo del siglo XX y reinventarnos como personas, como profesionales y como empresas. Una tarea nada fácil, pero quizá sea nuestra gran oportunidad de construir una sociedad mejor, en un momento muy delicado.
Desde este blog queremos contribuir en alguna medida a ese fin. Estamos indignados, pero no queremos renunciar al sentido común a la hora de señalar las posibles soluciones. Y os invitamos a todos a que aportéis las ideas y los comentarios que estiméis oportunos. Y para que la crítica pueda ser eficaz cada protesta debe ser acompañada de una solución, cambiar la “protesta” por la “propuesta”.
Cada mañana cuando nos levantemos deberíamos decir: “Soy parte de la solución a todo lo que me pasa, a todo lo que veo, y como tal actúo”.
Ni sumisión, ni demagogia, sino sentido común, ilusión, generosidad y valentía.